¿Qué es lo que realmente tememos de la Inteligencia Artificial?
Cuando hablamos de Inteligencia Artificial, a todos nos pasan por la cabeza películas como 2001, una odisea en el espacio o, especialmente, El engendro mecánico, en la que un asistente doméstico con IA se vuelve demasiado inteligente y siembra el terror en la casa donde lo instalaron.
Pensamos en IA y nos preocupa el futuro. Nos preocupa hasta qué punto esta nueva tecnología creada por los humanos va a tomar las riendas de nuestras vidas o de la sociedad. Se cree popularmente que el gran temor de la población es que la IA llegue algún día a tomar decisiones por sí misma y prescinda de nosotros para intentar dominar el mundo. Entonces los papeles se intercambiarían y nos convertiríamos en esclavos de las máquinas.
¿Es ese nuestro temor? No.
La Inteligencia Artificial, como tal, no es tan inteligente como creemos. Simplemente se limita a ejecutar unas órdenes que se le dan, en base a unas capacidades para las que ha sido entrenada. Como explica el profesor de Ciencias de la Computación de la UPC Lluís Padró, “las máquinas de IA no son inteligentes, solo cumplen una función específica. La IA general, o lo que nos imaginamos y hemos visto en las películas en forma de robots que pueden hacer de todo, que te entienden y que te ayudan... Eso no existe todavía”.
Sobre nuevos sistemas como ChatGPT, Padró lo ve como algo que actualmente tiene todo el hype del mundo porque la gente está entusiasmada con esta nueva interfaz. Pero funciones cognitivas como el razonamiento abstracto no entran en sus capacidades.
“ChatGPT es capaz de procesar textos y ver si las palabras que ha encadenado son consistentes, pero no entiende el que está pasando”, comenta. “Todo esto tiene un tope, no sé si se podrá conseguir que esto razone a partir de meterle más y más información. Hay quien dice que sí, no pierden la esperanza”.
¿A qué le tememos, cuando hablamos de Inteligencia Artificial?
Como cualquier herramienta, Padró asegura que a lo que hay que temer no es a la IA, sino a la gente que la controla.
Desde un enfoque más antropológico, el experto en transformación digital Genís Roca asegura a este periodista que el miedo que tenemos es a que las máquinas nos acaben sustituyendo en el trabajo. “Si te pagaran 2.000 euros al mes, no tendrías ese miedo”, sentencia.
El problema no es que la IA sea capaz de realizar trabajos que hasta ahora han venido haciendo los humanos. Eso ya está pasando desde hace décadas. ¿Recuerdan cuando todas las empresas tenían una telefonista (solían ser mujeres)? Ahora gran parte de ellas las ha sustituido una centralita automática que te pone una grabación y te pregunta con quién quieres hablar.
“El problema es cómo se reparte la riqueza, es algo que se tiene que resolver a nivel gubernamental”, añade Roca. “Los gobiernos tienen que luchar por recaudar los impuestos de las riquezas que se generan dentro de nuestro país para poder compensar a los trabajadores sustituidos”.
¿Hay una solución? Sí, para el experto todo pasa por una renta universal que perciba toda la ciudadanía, obtenida de la riqueza generada por las máquinas. Las empresas que se benefician de estos ingresos deberán aportar a la comunidad unas sumas que sean equivalentes a los empleos no generados. “Si ChatGPT puede sustituir a un profesor, ¿cómo hacemos que el dinero que gana ChatGPT, proporcionalmente, llegue a los profesores?”, plantea Genís Roca. “La IA nos conecta a la renta básica universal”.
La dura transición
¿Cuánto van a tardar los gobiernos a darse cuenta de que el modelo está cambiando y que hay que adaptar la estructura socioeconómica? Según Roca, alrededor de 40, 50 o 60 años.
Nos encontramos ante un cambio de modelo parecido al de la Revolución Industrial, cuando de una sociedad artesanal se pasó a una estructura basada en la maquinaria industrial. Las personas con suerte trabajaban en las fábricas, mientras que otras cayeron en la pobreza más absoluta. Las que trabajaban en las fábricas lo hacían en unas condiciones de lo más precarias, hasta que todo se fue reorganizando y mejoraron las condiciones laborales y se fue consiguiendo un estado del bienestar, con prestaciones de desempleo, incapacidad temporal, discapacidad y pensiones de jubilación. Pero todo eso se consiguió a lo largo de varias décadas de lucha obrera.
Si hace 200 años, el sistema se reorganizó de forma natural para subsistir en un cierto equilibrio, Genís Roca apuesta por una nueva reorganización para que la riqueza se distribuya acorde con el nuevo modelo de la sociedad digital, sin perder los beneficios ya adquiridos, pero estableciendo un reparto de los bienes entre toda la sociedad, mientras las nuevas máquinas producen la riqueza.
Este objetivo –veremos si utópico o no–, tendrá que pasar por una etapa de transición en la que al menos la generación actual y la siguiente sufrirán los desajustes de la implantación de la IA en el modelo productivo, dejando a muchos miles de personas sin cobertura económica ni forma de generar sus propios medios de subsistencia.
Tenemos miedo a caer en la extrema pobreza. Un miedo razonable, puro instinto de supervivencia.