Bitcoin. Qué es y cómo funciona, explicado para todos
Si te dijéramos que el Bitcoin es una criptomoneda basada en blockchain, de cotización volátil y fuera de cualquier regulación gubernamental o financiera, probablemente dejarías de leer este artículo ahora mismo. La intención es que sepas de una vez por todas cómo funciona esta nueva opción monetaria, que para unos es una burbuja de moda, mientras que otros la ven como un valor refugio para inversiones a largo plazo. Empecemos por el principio.
¿Qué es el Bitcoin?
Bitcoin es un activo monetario que creó hace 12 años un informático anónimo que se hacía llamar Satoshi Nakamoto. Nakamoto ideó un software para realizar transacciones de esta moneda entre individuales, de forma segura, anónima y sin intermediarios. Para hacerlo posible, se sirvió de la tecnología blockchain, un sistema de red descentralizada que no tiene ningún núcleo regulador, sino que los supervisores son los mismos usuarios de la red. Todavía cuesta de entender, pero poco a poco lo iremos desgranando.
Imaginemos que un grupo de amigos crea un sistema de intercambio de dinero con un libro de contabilidad común. Cada uno de ellos tiene una copia exacta del libro de contabilidad y, cada vez que alguno hace cualquier movimiento de dinero, todos lo anotan. Si alguno apuntara algún dato incorrecto o quisiera hacer trampas, el resto de libros, que son inteligentes, enmendarían automáticamente el error, puesto que todos tienen la misma información. Este es, muy resumidamente, el funcionamiento del blockchain y del bitcoin: una red de intercambio de valor monetario compuesta por miles de ordenadores equipados con el software de Bitcoin, encargados de validar todas las transacciones. Los dueños de estos ordenadores (de gran potencia y consumo de energía) son los populares mineros, una especie de notarios que rubrican todas las operaciones que se realizan.
¿Cómo compro bitcoins?
A menos que conozcamos a alguien que ya los posea y nos los quiera transferir directamente, los bitcoins se consiguen de la misma forma que compramos dólares o libras esterlinas: acudiendo a una casa de cambio y comprándolos. La más conocida y fiable es Coinbase, un portal donde se pueden comprar y vender bitcoins, con una serie de gastos asociados, como en cualquier casa de cambio.
Una vez comprados, veremos nuestros bitcoins en forma de saldo, dentro de la plataforma de Coinbase (o la que hayamos elegido). Sin embargo, los expertos no recomiendan mantenerlos ahí, por motivos de seguridad. Se han dado varios casos de casas de cambio hackeadas y la consiguiente desaparición de los saldos asociados. Lo que se suele hacer en estos casos es pasarnos el dinero a un wallet o monedero de criptomoneda personal.
Existen varios formatos de wallet: app móvil, para ordenador de escritorio y físicos (memorias USB, principalmente). Cada formato tiene sus ventajas y sus inconvenientes, por eso la página oficial de Bitcoin ayuda a los usuarios a decidirse por la practicidad de la versión móvil o por la seguridad del wallet físico.
Sea cual sea, cuando lo inicializamos, obtendremos una dirección personal (como una especie de número de cuenta, compuesta de letras y números), que nos servirá para recibir dinero o para que otra persona nos haga una solicitud y le podamos enviar dinero a su wallet.
Las comisiones
Todo movimiento de bitcoins implica una comisión para el minero que la valide. El precio de la comisión no va en función de la cantidad transferida, sino que es un precio por el servicio. Este precio nos lo sugerirá el sistema en función de la disponibilidad de mineros, aunque la última palabra sobre el importe la tendremos nosotros. Cuanto más paguemos, más atractiva será la operación y más rápido la tendremos formalizada. Dependiendo de la hora del día y de la demanda, la comisión sugerida puede ser desde alrededor de un euro hasta 10, 15 o 20 euros. Todo depende de la prisa y de la experiencia que tengamos en este aspecto, aunque normalmente se mueve por la zona más barata.
Esta es una de las razones por las cuales no podemos ir a una cafetería y pagar en bitcoins, porque nos costaría más la comisión que el café. Pagar en bitcoin solo sale a cuenta si el valor de lo que adquirimos es más cuantioso. O, por ejemplo, a la hora de enviar dinero a alguien lejano, es mucho más barato que las agencias tipo Western Union. Pero Satoshi Nakamoto ideó el sistema Bitcoin para que fuera la moneda más universal del mundo y que algún día todos llegásemos a usarla en nuestra vida cotidiana. Por eso se está trabajando para establecer algún tipo de tarifas planas de transacciones o un sistema de validaciones que no implique tantas operaciones ni consuma tanta energía, para que a los mineros les salga más rentable y puedan aceptar comisiones más bajas.
Por otro lado, cada vez que un minero cierra una transacción, el sistema le premia generando para él una pequeña cantidad de bitcoin. Por eso hay tanta fiebre actualmente por ponerse a validar operaciones (o, lo que es lo mismo, minar bitcoins).
¿Tiene futuro el Bitcoin?
Parece que el Bitcoin no hace más que subir y subir, pero no nos engañemos: es un valor muy volátil y arriesgado. A fecha de redacción de este artículo, un bitcoin cuesta alrededor de 50.000 euros, aunque ha tenido periodos de caídas en picado. Y del mismo modo que los valores bursátiles, cuanta más gente haya interesada en ellos, más subirá su valor. Un dato importante es que los bitcoins son finitos: Nakamoto ideó el sistema para que solo se puedan generar 21 millones de bitcoins, y ya hay en circulación más de 18,6 millones.
Algunos expertos ven el bitcoin como el oro: un valor del que se dispone una cantidad limitada y, por tanto, será complicado que pierda valor. De hecho, es muy significativo que ya haya entidades bancarias que empiecen a flirtear con el Bitcoin y a ofrecer productos en esta criptomoneda.
Otros economistas ven un futuro más complicado para el Bitcoin, que puede seguir subiendo y popularizándose, hasta que las administraciones se den cuenta de que hay muchos millones en circulación moviéndose por un circuito paralelo que ellas no pueden controlar y empiecen a tomar cartas en el asunto, creando algún sistema que lo regule. Y aunque no les va a resultar nada fácil, cosas más raras se han visto. Podría ser entonces, si llega ese momento, cuando muchos grandes inversores empiecen a verle las orejas al lobo.