Mi viaje en un taxi que conduce solo
He estado unos días en San Francisco y no he desaprovechado la ocasión de probar la plataforma de taxis autónomos Waymo, un servicio de unos 200 vehículos sin conductor (sí, sin conductor, el volante va solo), que recogen al pasajero allí donde esté y le lleva a donde quiera, con unas tarifas que podrían ser más caras, pero de momento se contienen.
No todo el mundo puede usar estos taxis. Al instalar la aplicación, el usuario entra en en una lista de espera. En mi caso, contacté con ellos y les dije que necesitaba probar su servicio para hacer un vídeo y varios artículos, y me ofrecieron un código para probarlo durante 48 horas.
Mi experiencia se puede ver con todo detalle en el siguiente vídeo:
Tarde o temprano, llegará a Europa
No se pueden poner puertas al bosque. La plataforma de taxis Waymo es propiedad de Google, estamos predestinados a ver sus taxis que van solos por la mayoría de ciudades. Primero, en EEUU. Los probarán, los rodarán uno o varios años y luego, en función del éxito y las repercusiones, lo exportarán a Europa.
En total, entre las dos empresas que circulan en San Francisco se han registrado 102 accidentes en los más de 10 millones de kilómetros que han recorrido sin conductor. Esto equivale aproximadamente a un accidente cada 100.000 km (el equivalente a una media de unos cinco años de conducción humana).
Habrá que recoger más datos y analizar las incidencias para poder determinar si son más seguros o no que un vehículo con conductor. Yo apuesto a que sí, están empezando. En unos años rozarán la perfección.
¿Los recibiremos con los brazos abiertos?
Los datos científicos no serán suficientes para calmar a la población, que normalmente es reacia a innovaciones tan llamativas. Podemos dar por descontado que cuando lleguen a España, no lo tendrán fácil. Aparte de que la conducción en los países Mediterráneos es bastante más caótica que en el mundo anglosajón, la situación actual de enfrentamientos entre asociaciones de taxis y los servicios VTC (el alquiler de vehículos con conductor, como Uber o Cabify) está que echa chispas desde hace varios años, al menos en Barcelona.
El sector del taxi en la capital catalana es altamente combativo y se aferra a su monopolio para hacerlo durar todo lo que pueda, escudándose en los elevados precios que deben pagar por las licencias y en el intrusismo profesional que supone para ellos la expansión de las VTC. Los taxis tienen una regulación pública, son los únicos autorizados a recoger pasajeros por la calle y nadie se puede meter en el negocio.
Cuando llegaron las apps para pedir vehículos VTC en minutos, los taxistas entraron en guerra abierta contra ellos, llegando a extremos delictivos, hasta forzar la retirada de alguna de las plataformas. Actualmente parece que las aguas se han calmado, pero el fuego sigue ahí, latente.
No quiero imaginar cómo será la llegada de los taxis sin conductor en mi ciudad sin ley. Pero ya estoy viendo la película ante mis ojos: vehículos que circulan solos, máquinas vulnerables, desperfectos, destrozos, algún incendio… Medidas coercitivas para obligarles a abandonar. El carácter latino es de sangre muy caliente, sobre todo cuando les tocas el pan.
Desde la perspectiva de un amante de la tecnología, me ilusiona la llegada de una flota de robotaxis a España y ojalá consigan arraigar, especialmente si son tan cómodos como los Jaguar de Waymo. Pero la realidad es que aquí les pondrán todas las zancadillas que puedan para evitarlo. Se hará necesaria la intervención de los órganos reguladores y la revisión del monopolio del taxi en España para que, en un mercado libre, acabe ganando el que mejor servicio ofrezca el cliente. Ganaremos todos.