Implantes cerebrales electrónicos: más cerca de lo que creemos
Las series de ciencia ficción, cada vez más populares, están llevando la creatividad a límites insospechados. Nos hacen creer en una sociedad en que todo es posible para la tecnología, en la que una persona puede meterse en una cápsula, reducirse al tamaño de un grano de arena y circular libremente por el torrente sanguíneo.
Lo que vimos en El chip prodigioso (1987) era una fantasía. Quizá no llegaremos nunca a alterar las dimensiones de un ser vivo (¡quién sabe!), pero la cinta de Joe Dante no iba tan mal encaminada cuando ideó un dispositivo capaz de controlar nuestro cuerpo desde dentro.
¿Qué pasaría, por ejemplo, si nos pudiéramos implantar un microchip en el cerebro capaz de controlar alguna de sus funciones? ¿Llegará el día en que podremos llamar a alguien con solo pensar él? ¿Tendremos por fin un dispositivo integrado que almacene físicamente nuestros recuerdos en un formato descargable? El senior digital advisor en Telefónica y profesor del Máster en Inteligencia Artificial de la escuela de negocios digitales Three Points Luis Miguel Garay no va tan lejos, pero sí es optimista a la hora de pensar que la tecnología implantada nos mejorará la calidad de vida. De hecho, ya lo está haciendo.
Luis Miguel Garay es profesor del Máster en Inteligencia Artificial de Three Points. - Three Points
"La tecnología, hoy en día, nos da capacidades que hace unos años nos parecían auténtica ciencia ficción. En el día a día ya se están implantando para aplicaciones relevantes. En el ámbito de la medicina ya es posible la implantación de microchips que permiten de forma inmediata saber cuál es el historial médico de una persona. Es un avance evidente." Luis Miguel Garay, profesor del Máster en Inteligencia Artificial de Three Points
El caso que pone de ejemplo el profesor Garay de los microchips con nuestra información es una anécdota al lado de las vías de investigación que se están llevando a cabo en el presente. De hecho, la firma VeriChip lo ideó en 2004 y se ha ido perfeccionando desde entonces. Según el experto, el presente es mucho más sofisticado y no solo se trabaja en capacidades que complementen físicamente a las personas, sino también en conseguir una auténtica simbiosis entre el mundo físico y el mundo digital, con verdaderos logros como la realidad virtual o el desarrollo de robots con apariencia humana. En consecuencia, resulta evidente que la relación entre ambas realidades es cada vez más estrecha y podría ser aún mayor dando el salto al ámbito del cerebro humano.
NFC bajo la piel
En Suecia, alrededor de 4.000 personas llevan implantado un chip bajo la piel de la muñeca que tiene capacidades de comunicaciones NFC. Es la tecnología que se usa para pagar con el móvil o con tarjertas de crédito contactless. En algunas ciudades también sirve para acceder al transporte público. "Hasta hace nada, pagar con el teléfono o con el reloj inteligente se veía como una cosa de freaks. Ahora ese mismo chip lo puedes llevar implantado en la mano y será cuestión de tiempo que se acabe normalizando", afirma Luis Miguel Garay.
Implante de un chip subcutáneo. - Three Points
La tecnología disruptiva
De momento hemos visto casos de uso en los que podríamos prescindir de esta tecnología y no sucedería nada. Pero ¿qué pasaría si estuvíeramos discapacitados y no pudiéramos manejar un ordenador a causa de un déficit de movilidad o una amputación? Este sería el camino que abriría numerosas puertas a la tecnología implantada: los usos reales y relevantes que demostraran su valía.
"Este tipo de tecnologías adquieren una aplicación masiva cuando realmente se identifica un caso de uso disruptivo, de aceptación masiva. Los ejemplos de chipos subcutáneos para pagar o identificarse son ilustrativos y de relativa necesidad. Tienen que ser casos de uso realmente útiles donde el beneficio es incuestionable. Y aquí, donde más se está trabajando es en el ámbito de la medicina, en casos donde personas, por enfermedad o accidente ven impedida su interacción con el entorno real". Luis Miguel Garay, profesor del Máster en Inteligencia Artificial de Three Points
Estas tecnologías implantadas permiten conectar a las personas con el entorno físico. "En este sentido, visionarios como Elon Musk están trabajando de forma muy intensa", añade.
El proyecto de implantación de chips en el ser humano más prometedor actualmente es Neuralink, un programa dirigido por el magnate Elon Musk que tiene como objetivo inicial otorgar una mayor independencia a las personas que sufren parálisis, de manera que puedan ser capaces de controlar un ordenador directamente con su cerebro. Este plan otorgaría a estas personas la capacidad de comunicarse mediante texto escrito o hablado. De momento, han presentado sus primeros resultados en monos.
Los puntos más oscuros
De todos modos, todavía hay varios escollos. Como dice el especialista, esa "última milla" de toda la secuencia, la de transmitir a un dispositivo físico, está muy madura. "Ese no es el problema. El problema está en el paso anterior, en cómo interpretar de forma fidedigna y en cómo accionar esas órdenes del cerebro para que lleguen al microchip". Y ahí, los avances de Neuralink, así como los de otras empresas capaces de accionar exoesqueletos para personas discapacitadas, avanzan a grandes zancadas.
Otro de los obstáculos que se presentan es el económico. No todos tienen detrás un multimillonario con un cheque en blanco. "Aparte del beneficio que suponen para las personas, las tecnologías que se investigan tienen que tener cierto retorno comercial, de tal manera que, o se subvenciona la investigación o será muy difícil que estas tecnologías lleguen al público en general, porque cuestan mucho", afirma Garay.
La Inteligencia Artificial, la gran aliada
Las tecnologías bioimplantadas tienen un jugador de élite en su equipo, como es la Inteligencia Artificial. En los últimos años, la IA ha avanzado muchísimo en el terreno de las redes neuronales. "Las redes neuronales no son más que intentar replicar cómo funciona el cerebro humano. Imaginemos ese escenario donde quizá somos capaces de interpretar parte del funcionamiento del cerebro y otra parte la podemos simular mediante redes neuronales", plantea. "También es fundamental en otros problemas como el Párkinson. Podríamos suplantar esa parte del cerebro que no está funcionando bien con una red neuronal alternativa".
Esto parece ciencia ficción, pero el profesor Garay pone como ejemplo lo inverosímil que nos parecían hace 10 años algunos de los inventos más comunes de la actualidad. "La Inteligencia Artificial", apunta, "también juega un papel fundamental en el entendimiento de las emociones por parte de las máquinas. Hoy es una realidad. A través de una cámara de visión artificial se es capaz de ver las emociones que está sintiendo una persona o incluso si un conductor tiene signos de somnolencia".
No eres tú, amada tecnología. Soy yo, mis prejuicios y mis miedos
El profesor Garay asume que el principal reto no está en la tecnología pura y dura, sino en la adopción de esa tecnología por parte de la sociedad. "Como siempre pasa, no es un tema tanto tecnológico sino de adopción, de protección de datos... Tiene que ver más con romper barreras culturales y de uso que con la tecnología en sí, porque desde ese punto de vista ya estamos más que desarrollados", comenta. "Hay que romper esas reticencias, legitimar esas tecnologías y dar el paso en cuanto a regulación de la protección de datos".